LAS HISTORIAS DE LOS CAMPESINOS

02.03.2015 12:33

Por Hipólito Hernández Huerta
Cronista de Nueva Italia

ranchoLos primeros pobladores de la hacienda Cusi y que llegaron de distintos estados de la república mexicana pero principalmente de los estados de Guerrero, Guanajuato y Jalisco, vivieron historias que se han venido transmitiendo de padres a hijos, cuenta don Raúl Villalobos que en cierta ocasión de regreso a la parcela de sus padres, allá por el rumbo de Las Casitas, había venido a la Nueva a ver a la novia y ya entrada la noche montado en un macho de esos de trote apretadito y de orejas levantadas, a eso de las diez de la noche y ya por el rumbo de la limonera del Para, que en la parte de abajo tenía una puerta de golpe y luego ya bajaba hacia el arroyo.
Allí por la limonera empezó a escuchar que le chiflaban y le chiflaban y el macho se le espantaba y paraba las orejas y el chiflido detrás de él que hacía que cada rato volteara de lado a lado para ver quien hacia el chiflido, el macho era muy bueno, de esos templados y él portaba una espuelas mozoqueñas plateadas y una chicota de buena calidad comprada en las fiestas del 22 de Octubre en Apatzingán, así llegó hasta la parcela y no pudo darse cuenta quien hacia tal ruido.
Tiempo después le contó a un amigo lo que le había pasado y le preguntó qué era lo que le había chiflado y más o menos le imitó el ruido que escuchó y le preguntó qué sería, éste le dijo: ay, Raúl… son las Capuas que siguen lo que se mueve y van chifle y chifle todo el camino, en ese tiempo don Raúl no las conocía y el macho cortito, cortito, y el macho alebrestado y espiado.
En otra ocasión ya viviendo aquí en la Nueva su papá y su abuelo tenían sembrada una tabla de arroz, en eso se le muere una niña a uno de sus hermanos que le decían churros y le dice: oye Raúl ve avísale a mi padre que se murió la niña y le dice claro que sí carnal y ensilló el macho que era su preferido y especializado para caminar en la noche, ya montado agarró la misma vereda por la limonera del Para y al bajar al arroyo donde estaba la puerta de golpe le salió a su paso un gigantesco perro negro como la noche y de ojos que parecían llamas, en eso la bestia se le dio la barrida para atrás y él también todo espantado al ver tan horrible animal, dice don Raúl: no voy a ser echador pues si tenía miedo y ahí va el perro pegado hasta llegar a un cueramo grueso y allí se desapareció el perro negro.
El macho no quería seguir caminando y a punta espuela chicota, la comprada en la fiesta de Apatzingán, siguió avanzando pero no quería dice don Raúl.
Mas adelante donde se hizo una represa había un malpaís y vio una lucecita que se fue para arriba no muy alto hasta que se perdió y dicen que cuando sale esa lucecita en el campo es que hay dinero pero él no se quiso detener porque llevaba la prisa por encontrar a su papá para darle la razón de su hermano, al llegar al paraje donde se quedaba a dormir su papá no lo encontró, allí se estuvo hasta que regresaron porque andaban buscando un caballo y al pasar por la pastoría encontraron una tamacua y llevaban dos costales repletos de sandías que cortaron a su paso, ya que le contó lo que le había pasado a su hermano el papá le dijo: qué nos ganamos con irnos a estas horas, mejor parte una sandia y come luego te duermes y ya temprano nos vamos para la Nueva.
Hasta la próxima.